Los avisos dicen que tu cuerpo es hermoso, así como es. Es el nuevo activismo. Como una corriente de aire fresco, permites que el mensaje entre hondo. Lo recibes con los brazos abiertos, después de luchar por años, estás lista para encontrarte bella.
Pero algo no cuadra. Te miras y no te gustas. Miras con más esfuerzo, y nada. Te parece que tu barriga está inflada, tus brazos demasiado gruesos o tus muslos muy anchos; no ves la belleza prometida porque tienes mucho de esto o poco de lo otro.
Antes de que caigas en la trampa de creer que estás fracasando en tu voluntad por encontrarte bella, quiero que veas de dónde vienes. Seguramente, llevas muchos años mirándote como quien analiza partes. Eso, te lo enseñó la cultura de las dietas, esa que te reduce a muslos, piernas, brazos. Hace rato que te miras en el espejo y ves fragmentos. Ese aprendizaje lo recibiste de tu entorno, no es algo inherentemente tuyo; no es tu voz auténtica, esa que habla de lo inadecuado de tus piernas o de tu cintura, o sobre lo prohibido de mostrar tu barriga en público.